I 4.1 En una interacción permanente cada acción es consecuencia de la anterior y determina la próxima. No podemos imaginar la interacción entre personas de forma aislada en el tiempo, porque lo que suceda hoy determina el encuentro de mañana. En realidad, las interacciones se parecen mucho a un juego con múltiples movimientos posibles en el que las jugadas van condicionando la partida de forma irreversible. Los movimientos aislados no existen porque una relación es un proceso con memoria que se construye constantemente. Con cada interacción se actualizan las definiciones del otro y se hace inventario de sus productos, de la amenaza que supone, de las hipótesis de las necesidades del otro, etc. Debemos preocuparnos por el estado en que quedan nuestras relaciones a diario.
I 4.2 Dado que toda relación se escribe en el tiempo y los movimientos condicionan los siguientes, es de vital importancia tener siempre presente el imperativo ético que supone obrar siempre de forma que se abra el mayor número posible de alternativas o, dicho de otro modo, que reduzca lo menos posible las posibilidades de los movimientos del futuro.
El imperativo ético supone obrar siempre de forma que se abra el mayor número posible de alternativas.
Si pretendemos ser hábiles sociales no podemos actuar por el impulso del momento para no condenar el futuro, a no ser que lo deseemos expresamente y de forma estratégica, como sucede en el caso de quien marca límites y no tolera determinados contactos o tipos de interacción o, como también es el caso, del que se esfuerza por dar una imagen determinada y crea un personaje para que se le considere siempre así (es el caso del “cuidado que muerdo”).
La situación completamente inversa lleva a la no definición de forma premeditada, lo que puede conducir a la inacción y a la pérdida de poder. La no definición premeditada acaba siendo a la larga un error porque las circunstancias siempre acaban obligando a tomar un posicionamiento tarde o temprano. Por otra parte, la definición siempre existe, aunque sea a un nivel inapreciable. Además, es importante considerar que no jugar supone no ganar, y que el que no se manifiesta no figura en los mapas mentales de los otros y no es considerado o, peor aún, es un buen candidato para el uso y abuso. El arte de callar es muy complejo y a la vez comprometedor porque manifestarse tarde puede llevar a situaciones difíciles y muy complicadas desde el punto de vista estratégico. El que no se manifiesta o se manifiesta tarde crea inseguridad y temor en el dominador, además, puede dar una imagen de traidor, adulador y voluble. Dejar pasar el tiempo sin actuar también limita el margen de maniobra la mayoría de las veces y complica al dominado la lucha por imponer su definición de la relación.
En consecuencia, el cálculo del manejo de los tiempos y de los momentos y oportunidades es de una importancia trascendental a la hora de desenvolverse sobre todo en ambientes difíciles. La prudencia es importante, pero ser prudente no es sinónimo de ser pasivo, y las interacciones llevan implícitos sus tiempos y sus ritmos que no se deben pasar por alto y no se pueden obviar, por lo que el prudente debe saber actuar en el momento oportuno y de forma correcta, sin inhibiciones ni actitudes propias de la política del avestruz y leyendo la música y el ritmo del momento, todo ello con la premisa en mente de evitar condenar el futuro.
I 4.3 Las interacciones pueden ser de tres tipos:
- Puntuales: que son las que casi con toda probabilidad no se repetirán en el futuro. Por ejemplo, son las que se dan entre las personas que están esperando en la cola de un cine y que previsiblemente nunca se volverán a ver.
- Mantenidas: son las que solo duran un período corto acotado por una circunstancia que las mantiene. Es el caso de quienes se ven obligados a desempeñar un trabajo esporádico juntos, un becario, etc.
- Permanentes: son las que se mantienen en el tiempo, como son las relaciones familiares, las relaciones con los compañeros fijos de trabajo, etc.
El límite entre una relación mantenida y una permanente es subjetivo. Las relaciones laborales siempre terminan, por ejemplo, al igual que sucede con los vecinos “para toda la vida”, que acaban algún día mudándose. En cualquier caso, la distinción entre mantenidas y permanentes es difusa y se hace a efectos prácticos.
Es importante comprender que cada tipo de interacción obliga de una forma u otra a los intervinientes, al menos de forma teórica, en lo que respecta al imperativo ético. También es un buen consejo tratar a todo el mundo como si lo fueses a ver mañana, porque siempre es mejor ir dejando amigos que sembrando enemigos que, en algún momento dado, nos podemos volver a encontrar en otro contexto.