M 8.1 Definimos el consejo como el acto por el que alguien decide influir en otro con el fin de modificar su actitud o de resolver una circunstancia vital desagradable. Tal y como se entiende aquí el consejo no es una sugerencia, sino una ayuda que alguien, sea experto o amigo, proporciona a otra persona que está en una situación de indecisión o de malestar psicológico.
Sin confundir consejo con sugerencia, el proceso de aconsejar es complicado y si no se hace bien puede resultar en un esfuerzo estéril.
Definimos el consejo como el acto por el que alguien decide influir en otro con el fin de modificar su actitud o de resolver una circunstancia vital desagradable.
M 8.2 Para que un proceso de consejo culmine con éxito debe ser solicitado por la parte aconsejada o, al menos, aceptado de forma plena. Como proceso de influencia que es, nadie puede ser influido en contra de su voluntad si no acepta y valora a la figura de la que procede el consejo.
M 8.3 El acto de solicitar un proceso de consejo puede ser pragmático en sí y obedecer a necesidades alternativas estrategias. Dado que esto suele ser lo más habitual, antes de aceptar el proceso de consejo debemos analizar, descubrir o detectar los motivos reales que llevan a alguien a buscarnos para solicitarnos el proceso de consejo. Entre los motivos más habituales que presentan las personas que piden ayuda encontramos los siguientes:
- Buscar ayuda para encontrar la solución a problemas aparentemente irresolubles.
- Satisfacer a un tercero que le exige que busque la ayuda del experto.
- Obtener la confirmación de sus convicciones para afirmarle en su posición con el respaldo de la opinión del experto.
- Ceder a un técnico la solución de sus problemas sin implicarse, tal y como sucede cuando alguien lleva su coche al taller.
- Conseguir sugerencias de cambios sin cambiar nada del estatus actual que crea el problema.
- Afrontar traumas antiguos que consideran la causa de todos sus problemas.
- Satisfacer sus necesidades de apego o de sumisión.
- Agrandar el problema implicando la ayuda de expertos para buscar una solución (…y está en manos de psicólogos).
- Delegar en un experto que hace de coartada la necesidad de aplicar cambios dolorosos.
- Poder tener acceso al rol de enfermo: “no es culpa mía, es que no me encuentro bien”.
- Obligar a un tercero a entrar en un proceso de consejo.
- Por curiosidad y por probar cosas nuevas.
- Cualquier otra ajena al auténtico interés en solucionar un problema.
M 8.4 En el proceso de consejo la práctica totalidad del tiempo se debe dedicar a obtener información y solo se deben dedicar unos instantes a fomentar que la persona deduzca los caminos a explorar. El reparto de los tiempos es determinante, porque para que el proceso de consejo sea útil se debe conocer muy bien la circunstancia que lo motiva. Para ello hay que tener muy claro en mente un modelo que incluya los siguientes ingredientes:
- el cuestionamiento planteado en M 8.3.
- los datos objetivos del problema.
- los objetivos de la persona con sus criterios de éxito.
- el funcionamiento o mecanismo interno del problema, tal y como lo vemos nosotros.
- el concepto que tiene la persona del funcionamiento o mecanismo interno del problema y de su solución.
M 8.5 Los problemas se solucionan dialogando en una conversación pragmática que contribuya a ordenar ideas y a explorar nuevos caminos que contribuyan a reestructurar la situación y a encontrar nuevos significados a la situación problema.
M 8.6 El proceso de consejo tendrá como criterio de éxito el cambio efectivo logrado en la línea deseada por la persona que buscaba el consejo. El proceso será exitoso en tanto que sea útil a los ojos de la persona que lo promovió.