M 3.1 Uno de los conceptos más importantes que podemos manejar para entender la dinámica de las maniobras en las relaciones es el de libertad, un concepto clave que, lejos de romanticismos y palabras huecas, hace referencia al sentimiento que tiene toda persona de ausencia total de influencias en las propias decisiones e iniciativas. La idea de libertad que aquí se maneja se basa en el sentimiento total de autoría de hechos y pensamientos. La clave está pues en la sensación de autoría y el sentimiento de autonomía.
Libertad, un concepto clave que, lejos de romanticismos y palabras huecas, hace referencia al sentimiento que tiene toda persona de ausencia total de influencias en las propias decisiones e iniciativas.
Cualquier persona en mayor o menor medida detesta la intromisión de los demás en su proceso de adaptación al entorno. Cuando detectamos que estamos siendo influidos u obligados a tomar una decisión o a adoptar una postura, reaccionamos con una actitud de clara defensa y rechazo ante la intromisión. Las personas detestamos la imposición mucho más de lo que amamos nuestra libertad, es decir, que somos más reactivos a la hora de rechazar injerencias que proactivos a la hora de procurar nuestra libertad. La libertad nos gusta, pero nos moviliza más su pérdida que lograrla.
M 3.2 En cualquier relación, sea libre o circunstancial, las personas negocian su cesión de libertad a cambio de seguir manteniendo viva esa relación y con el fin de seguir obteniendo los productos que la crearon. Es muy interesante estudiar el modo en que se gestiona esa cesión de libertades y sus consecuencias. Siempre encontraremos personas dispuestas a ceder grados de libertad en ámbitos negociables y menos dispuestas en otros ámbitos menos negociables, todo depende de la necesidad que haya detrás de cada ámbito. No es extraño encontrar personas dominantes que pueden llegar a ceder voluntariamente toda su libertad de forma estratégica, de este modo consiguen un producto que necesitan y que valoran a otro nivel mucho mayor.
M 3.3 El hecho de ceder libertad y asumir unas conductas que no son propias sino impuestas no implica para nada que exista un vínculo con esas conductas. Un vínculo se produce cuando la persona asume como propia la generación de una idea o conducta y, por lo tanto, la hace suya y siente que forma parte de ella. Cuando nos sentimos vinculados actuamos con motivación, como vulgarmente se suele decir y, solo entonces, podemos llegar a aportar altas cotas de valor a la organización o al grupo al que pertenecemos.
M 3.4 Para que una persona se vincule con una idea o conducta, esta debe coincidir o ir en perfecta sintonía con sus necesidades en ese ámbito, si no es así nunca aparecerá el vínculo. El hecho de vincularse con una idea o conducta supone sentirla como plenamente propia y proveniente de la más profunda sensación de autoría, eso solo es posible si coincide con las propias necesidades porque, recordémoslo, no tenemos necesidades: somos nuestras necesidades.
M 3.5 Las proposiciones anteriores tienen unas consecuencias muy importantes para la conducta y el manejo de otras personas. Para entenderlo mejor debemos introducir un concepto nuevo que suele confundirse con el de vinculación: nos referimos al de aceptación. Cualquier persona, en el encuentro con otras puede verse obligado a ceder grados de su libertad de forma normal y conveniente para lograr sus metas más generales e importantes, ello supone que acepte la imposición que le viene del otro. Decimos que hay aceptación cuando la persona consiente en mantener las conductas o ideas provenientes de otro de un modo funcional para mantener la relación. La aceptación puede darse con vinculación o sin ella. No existirá tal vinculación en áreas, por ejemplo, como la de educación o del trabajo, donde las personas obedecen “porque deben” y hacen lo que se espera de ellas, incluso manifestando interés, pero de una forma totalmente ajena a ellas y de un modo desvinculado de sus intereses. En pocas palabras, podemos aceptar adoptar las ideas de otro, pero ello no implica asumir un vínculo real con la idea o la conducta aceptada.
M 3.6 Siempre que una propuesta excede los límites de lo tolerable y no es aceptada entendemos que se da el fenómeno de la resistencia, muy famoso en psicología. Desde aquí la resistencia se define como el inmovilismo en el cambio de idea o conducta tras el intento en este sentido por una fuente externa. La resistencia puede suponer un rechazo frontal con el otro o un inmovilismo evidente, dependiendo de lo que más convenga en el momento o de la forma en que se conciba la autoría de la conducta: sujeta a control o no sujeta a control. Por ejemplo: una persona puede negarse a cambiar cualquier aspecto de su carácter por cualquier razón que emana de su voluntad (“no quiero, va contra mis principios, ahora estoy ocupado, no me gusta la idea”, etc.), o puede negarse de una forma encubierta apelando a su falta de control sobre su conducta (“no sé, estoy enfermo, no lo puedo hacer, ya me gustaría a mí, pero no puedo”, etc.). Estas realidades no sujetas a control no son necesariamente excusas, muchas veces es cierto que la persona no percibe control sobre sus conductas.
M 3.7 Siempre que el hecho de aceptar una conducta o idea ajena suponga una merma de grados de libertad en un ámbito considerado como importante o sensible, se producirá una desvinculación. Esto tiene unas implicaciones dramáticas para el manejo de otras personas en todos los ámbitos de las relaciones humanas, porque supone que tanto los programas de incentivos como los de sanciones no tienen ningún efecto a largo plazo si no tienen en cuenta las áreas sensibles para la persona. Si premiamos a una persona por algo que realmente no le dice nada, una vez cobrada la recompensa no se asumirá la nueva conducta como propia y se olvidará o se abandonará. Del mismo modo, cuando sancionamos a alguien para cambiar su conducta, dado que los cambios son impuestos desde fuera, una vez superada la fase hostil de la sanción, el individuo se desvinculará de su nueva conducta porque sencillamente no es suya.
M 3.8 La situación ideal para P es aquella en la que Q acepta y se vincula: “quiero que lo hagas y además quiero que quieras hacerlo”. Una ilusión que se repite día a día hasta la saciedad. A cualquier padre o educador no le gusta tanto que sus mandatos se cumplan como que se asuman en su validez y utilidad y que se integren en la forma de pensar del otro como la forma ideal de actuar o pensar: “lo que debe ser”. Pero ante el primer atisbo de imposición, es un hecho que el otro se desvincula de forma automática.
M 3.9 Afortunadamente, la mayoría de las veces es suficiente para una de las partes con que la otra acepte, aunque no se vincule. Puede que yo quiera que hagas algo, pero es absurdo querer que además desees hacerlo y, además, por tu propia voluntad. En las relaciones laborales se suele exigir a determinados puestos de trabajo la implicación, junto con el “afán de superación y espíritu de equipo” de los típicos anuncios de empleo, pero en otros puestos es suficiente con que el trabajador acepte y cumpla con su cometido. Esto nos lleva a un mercado de compraventa de aceptaciones y libertades a cambio de productos valorados por el otro. No seamos ingenuos, el mercado funciona y lo que entendemos por incentivos y motivación no es más que compraventa de aceptaciones, pero nunca de vinculaciones. Es preciso llegar a un nivel justo de intercambios en la compraventa y llegar a un punto de respeto y no abuso por ninguna de las partes. El vínculo e integración de los valores e ideas vendrán después (o no vendrán nunca), pero no vendrán precisamente por compraventa.
Cuando una persona acepta sin vincularse pasa a interpretar un papel de una forma mejor o peor conseguida, pero que no deja de hacer una interpretación. Dependiendo de las necesidades del que propone la aceptación, la calidad de la interpretación será más o menos valorada. Del mismo modo, siempre hay unos grados de tolerancia a la no vinculación dependiendo del caso y del ámbito.
M 3.10 Uno de los factores que más determinan la vinculación de alguien respecto a las imposiciones o sugerencias del otro son los a priori determinantes: solo por el hecho de provenir de ti ya me predispone a favor o en contra. Mi libertad se verá más o menos amenazada si tú estás metido en esto o, al contrario, “ya solo por ser tú quien me lo propone tiene que ser bueno por necesidad”.