N 1.1 Toda conducta es motivada y obedece a unas circunstancias particulares. Cualquier acto, por lo tanto, surge en un contexto y por parte de un agente que actúa por lo que entendemos que son unos motivos de base. Los motivos no podemos conocerlos empíricamente, tampoco podemos comprobarlos, tan solo podemos construir modelos y elaborar hipótesis explicativas de los mismos, pero ni siquiera existe el modo de contrastar esas hipótesis con ninguna realidad. Lo único que podemos concluir con rotundidad es que en toda conducta se dan los dos factores imprescindibles: el entorno y los motivos de base.
N 1.2 Las personas actúan en respuesta a su entorno que siempre es exigente y demanda continuas respuestas y adaptaciones de todo tipo. Por entorno entendemos el contexto físico y social que rodea a una persona, por lo tanto, es un concepto que engloba también a los otros que nos rodean y todas las relaciones que hemos ido tramando en nuestra red social. Los entornos son medios cambiantes que pueden ser más o menos propicios y más o menos cómodos para desarrollar en ellos el proyecto e intenciones de cada cual. De esta forma y, dependiendo de su horizonte particular, las personas emprenderán las acciones necesarias para modificar o cambiar todo aquello que no les sea favorable. Cuando no puedan modificarlo, entonces, harán lo posible para poder adaptarse con mejor o peor éxito y, cuando el coste de desenvolverse en ese entorno sea lo suficientemente alto, entonces migrarán a otros entornos que les resulten más ventajosos.
N 1.3 En cualquier caso el ser humano, en su sentido psicológico, que es el que aquí nos interesa, es pura actividad. Nadie puede no actuar. Siempre, en cualquier circunstancia, el entorno acaba poniendo a cualquiera en la necesidad de mover ficha, bien para obtener algo o bien para no perderlo. En este escenario único y universal la inactividad no es una posibilidad. Solamente podemos concebir la inactividad como una maniobra estratégica, como una opción adoptada deliberadamente y después de un cálculo de opciones y posibilidades más o menos elaborado. Es cierto que unos entornos son más tranquilos, predecibles y propicios para determinadas personas, mientras que otros entornos son mucho más complejos y requieren de ciertas habilidades para cambiar las cosas, modificarlas, adaptarse o escapar. Pero también es cierto que los individuos son totalmente diferentes en cuanto a su nivel de actividad. Es un hecho evidente que hay personas enormemente dinámicas e implicadas en múltiples escenarios y proyectos, pero también hay otras que viven su existencia de una forma forzada a modo de una lucha diaria en la que procuran escapar a todo tipo de actividad que pueda perturbar su escaso afán de movimiento. Unos y otros son actividad en su esencia y a su manera. Por lo tanto, la cuestión que nos interesa no es el motivo o el origen de esa actividad, sino el por qué cada motivo se manifiesta de una forma particular en cada persona. Hablamos pues de necesidades concretas y entendemos, por lo tanto, que todo el mundo es más o menos activo, pero que lo que va a distinguir a unas personas de otras va a ser el contenido y la forma de sus necesidades particulares.
N 1.4 En este sentido podemos deducir la máxima de que “yo soy mis necesidades y mi forma de defenderlas”. Yo soy mis necesidades porque por necesidades entiendo todo, la razón última y primera de todo movimiento en el juego de la existencia. La necesidad es la característica constitutiva de la personalidad y es el motor que hace de mí lo que soy en el día a día. Si cambiaran mis necesidades cambiaría todo el sentido mismo de mi proyecto vital. Es más, en nuestra cultura occidental tenemos muy arraigado el concepto de yo como una entidad psicológica que comprende todo lo que soy y que me define y me explica. Pues bien, este concepto se lleva bastante mal con el de necesidades porque tal y como se han concebido aquí, los dos conceptos se solapan y se confunden como no podía ser de otro modo, porque ambos vienen a significar lo mismo. La artimaña intelectual de separar el yo, como núcleo definitorio de mi ser, de mis necesidades como núcleo definitorio de mi razón de ser particular, es un poco arriesgada y carente de sentido.