Cuando analizamos las relaciones de poder debemos valorar siempre qué recursos sustentan el poder y de qué modo los utiliza el poderoso. El poder es el resultado de haber manejado bien una serie de recursos y, en lo que aquí nos interesa, definimos los recursos como los medios con los que contamos para lograr los fines que perseguimos, sean estos conscientes o inconscientes.
Los recursos favorecen y ayudan a la hora de lograr una posición de poder, pero en sí mismo no siempre son determinantes, porque no solo es importante lo que se tiene, sino también la habilidad para usarlo, lo cual, en sí mismo, también se puede considerar como un recurso de tipo personal. El habilidoso en el uso de recursos lo es porque posee el recurso personal de ser habilidoso en su manejo.
Definimos los recursos como los medios con los que contamos para lograr los fines que perseguimos, sean estos conscientes o inconscientes.
En las relaciones de poder se da un equilibrio en el que los recursos, entendidos como aquello que tenemos, y las necesidades, como aquello de lo que carecemos, se combinan en un balance en el que los unos sirven para satisfacer las otras. Entre estos dos extremos hay factores que modulan el resultado de la consecución de nuestros objetivos, como son, por ejemplo:
- La habilidad para elegir y manejar los movimientos estratégicos adecuados.
- La habilidad para elegir y manejar los recursos oportunos.
- La habilidad para considerar alternativas a las necesidades surgidas en un contexto determinado.
- La voluntad de actuar condicionada por la necesidad, los miedos, o la ignorancia del verdadero estado de la situación.
Por lo tanto, disponer de buenos recursos nos sitúa en un buen punto de partida y nos dispone para poder satisfacer fácilmente nuestras necesidades, pero ello no nos garantiza un resultado, porque en la estrategia interpersonal no todo depende solo de los recursos.
Suele ser muy habitual que se confunda y se contamine el concepto de poder con el de recurso. El poder no es un recurso, es algo mucho más importante. Cuando alguien alcanza el estatus de poderoso ha manejado con habilidad algo más que recursos.
En la mente de todos está el concepto de poder como sinónimo de dinero, la red de contactos (influencias), puestos jerárquicos en las organizaciones (ser el jefe, por ejemplo), competencias atribuidas (o licencias para hacer determinadas cosas), etc. Nadie dudaría en calificar de poderosos a los que posean estos recursos, y así suele ser, pero, como no nos cansamos de demostrar en este sitio, los recursos favorecen, pero no garantizan la posición de poder. Evidentemente unos recursos favorecen más que otros, pero como veremos hay una serie de dimensiones de los recursos que siempre deberemos valorar porque lo redefinen todo.
Por otro lado, al uso de los recursos debe preceder siempre un sensato análisis del contexto. Debemos tener siempre presente que la estructura social y organizacional, como sucede en todo sistema, posee los medios necesarios para protegerse de cualquier intento de cambio. Por lo tanto, habrá que observar el alcance de nuestros recursos personales y materiales a la sombra de la estructura para entender sus límites y su ajustado poder de cambio.
El alcance de nuestros recursos depende de los límites de acción que les impone el sistema en el que estamos inmersos. Así, por ejemplo, no podremos usar el recurso de la fuerza para todo, porque nuestra sociedad nos lo impide. Tampoco podremos utilizar nuestro recurso personal de creatividad en nuestra organización si nos pautan los procedimientos y nos prohíben innovar.
En cualquier caso, lo verdaderamente importante para sacar el máximo rendimiento a nuestros recursos personales es conocer sus dimensiones para tomar conciencia de ellos.