R 4.1 El concepto de producto ya ha sido utilizado con anterioridad al referirnos al intercambio entre las relaciones. Este concepto es central, ya que es el motivo o punto visible que justifica la existencia de cualquier relación libre primaria. Un producto es todo aquello que puede proporcionar el otro y que una persona o una parte no puede conseguir por si sola o, de hacerlo, le resultaría muy costoso. Las partes de las relaciones necesitan el trabajo de los demás, sus conocimientos, sus habilidades, sus características personales (a veces únicas) y, en definitiva, todos aquellos recursos que provienen del otro. La mayoría de las veces estos recursos solo puede proporcionarlos el otro por tratarse de habilidades o características que solo él las posee o porque las posee de una forma muy especial, como es el caso de las relaciones sentimentales o de las situaciones en que una parte posee algo de forma exclusiva. En otros casos las personas podrían conseguir el producto por sí mismos, pero les resultaría casi imposible o muy costoso por falta de tiempo y recursos, como es el caso de una cadena de producción que solo puede funcionar con un número determinado de operarios, o como es el caso de una organización que se vale de la fuerza del número de sus miembros.
Un producto es, en definitiva, todo lo que necesitamos de los demás, aquello que nos obliga a mantener las relaciones y la causa última que justifica una relación libre.
R 4.2 Para acabar de comprender el concepto es importante señalar que una persona proporciona productos, pero no es el producto. Dependemos de productos, no de personas. Necesitamos el trabajo de otros, el dinero de otros, el conocimiento de otros, las habilidades de otros, la fuerza de otros, pero no necesitamos a nadie en concreto, a no ser que proporcione un producto en exclusiva o de forma exclusiva. No necesito al soldador A, necesito soldaduras. No necesito al contable B, necesito una buena contabilidad. No necesito al programador C, necesito un programa.
En relaciones emocionales importantes, decimos que necesitamos al otro como ser único e insustituible porque pensamos que es precisamente todo lo que proporciona el otro lo que queremos y necesitamos. Decimos entonces que queremos al otro. Solo en ese contexto podríamos pasar por alto esta proposición número R 4.2, tan inhumana y descarada, y otorgarle al otro el estatus de producto en sí. Los poetas no se enfadarán… pero quizá nos estemos equivocando.
R 4.3 En todo este trueque de productos que constituye la base de las relaciones, siempre podemos ser dependientes de una persona respecto a un producto y ascendientes respecto a otro. No obstante, siempre hay un balance final. Dos miembros de una organización pueden necesitarse a varios niveles: uno dispone de contactos fuera de la entidad, de conocimientos, de habilidades para proponer ideas y caminos; el otro dispone de una red estable dentro de la organización, cierto estatus en el organigrama oficial y real, dominio de un idioma imprescindible y un futuro ascenso en perspectiva. El primero depende del segundo, pero el segundo necesita todo lo que tiene el primero. Depende de qué perspectiva se emplee, cada uno es dependiente del otro respecto a productos determinados. No obstante, el saldo final es claramente favorable a P porque según la proposición R 2.1 puede poner en situación de daño o carencia a Q. Le puede poner de “colaboradores” a personas que detesta, o recortarle los medios asignados (daño), o puede cortarle el paso hacia el ascenso, o privarle de recursos muy necesarios o valorados por él (carencia). En este caso, Q también puede poner en situación de daño o carencia a P, pero con un alcance mucho menor y unas consecuencias menos relevantes. El balance final decide quién es P y quién es Q, aunque cuando introduzcamos el concepto de asimetría veremos que esto puede modificarse.
R 4.4 En el universo de las dependencias, la búsqueda de productos es constante y permanente. En un mercado de disponibilidad libre son nuestros productos los que nos hacen más apetecibles frente a otros. En última instancia, no nos necesitan a nosotros, necesitan lo que aportamos (R 4.2). Como en todo mercado, si podemos conseguir esos productos en otro lugar, de forma más fácil, más barata y de una forma más cómoda lo haremos. El único impedimento para ello es el coste a cualquier nivel (económico, emocional, de tiempo, de imagen, etc.) que puede dificultar la sustitución de las personas o las partes que nos están proporcionando los productos. Siempre que se vulnera esta proposición tenemos que mirar a la persona que toma las decisiones y preguntarnos en realidad qué productos busca, cuál es en realidad su necesidad y su proyecto, quién es realmente su P y cuál es el origen real de sus miedos y sus inhibiciones. Además, debemos preguntarnos hasta qué punto y cómo se está violando el imperativo ético de Von Foerster según el cual debemos obrar siempre de forma que se incrementen nuestras posibilidades de acción.
Por otro lado, es un hecho que las personas estamos continuamente valorando a los demás en cuanto a su valor como suministradores de productos. Es un proceso permanente que nunca termina. Cuantos más productos preciados pueda proporcionar una persona, sobre todo cuando más exclusivos o difíciles de sustituir sean, más poder tendrá sobre otra o más estrecha será la distancia que los separa.
R 4.5 En el proceso de valoración subjetiva de los productos podemos diferenciar cuatro categorías fundamentales:
. Esenciales: los que básicamente necesitamos. Por ejemplo, saber dirigir grupos.
. Otros (+) que aprovechamos y valoramos (+). Por ejemplo, saber además un idioma.
. Otros (-) que nos vienen mal y valoramos (-). Tener además la habilidad de crear mal ambiente.
. Irrelevantes: Su valor nos es indiferente. Saber también cultivar bonsáis.
Nuevamente, el concepto de balance es importante. En el ejemplo anterior, una persona que sabe dirigir grupos y que puede aprovechar sus conocimientos de idiomas es una persona interesante y valiosa, pero su tendencia a dominar los grupos y a no tolerar disidencias ni discrepancias de ningún tipo le restan mucho valor como dirigente. En este caso, como en todos, un producto negativo tiene tanto o más valor que uno positivo, en este caso en contra del que lo posee. Podemos rechazar a un dechado de virtudes si tiene un solo producto que nos molesta. Los productos negativos tienen tanto valor como los positivos, pero en sentido opuesto para el que los proporciona. Los productos irrelevantes no nos afectan ni nos importan, y siempre son irrelevantes para esa relación y ese contexto.
R 4.6 La dependencia de productos no es total y tiene sus ámbitos. Ya hemos visto cómo podemos ser dependientes respecto a un producto y ascendientes respecto a otro (R 4.3). El concepto de ámbito es importante. Por ejemplo, una pareja tiene varios ámbitos: el de educación de hijos, el económico, el sexual, el de grandes compras, el de compras cotidianas, el emocional, el laboral, etc. El fuerte de cada miembro puede estar en determinados ámbitos, pero no en todos.
Respecto a los ámbitos cabe tener en cuenta unos aspectos muy importantes:
. Son independientes del lugar físico: un jefe es un jefe de sus subordinados, se encuentre en el contexto que sea. Hemos visto cómo una relación es un proceso con memoria (R 1.2), así pues, la idea ingenua de que “a partir de las cinco no soy tu jefe sino tu amigo”, o que “fuera de la empresa no soy el jefe sino tu padre”, es ingenua e ilusoria. El espacio físico es irrelevante para las relaciones.
. Siempre hay unos ámbitos mínimos pero limitados: el familiar, el trabajo, el de ocio y amigos, etc.
. Hay personas que buscan ampliar ámbitos para mejorar sus posibilidades de acción y hay personas que por su carácter se esfuerzan en reducirlos al mínimo.
. Unos ámbitos son más valorados según las necesidades referentes de cada cual.