R 1.1 Hemos visto cómo nuestra unidad mínima de estudio es la relación que hemos definido como la coincidencia espaciotemporal de dos espacios psicológicos. Entendemos también que la forma en que se materializa y se gestiona la relación constituye la interacción.
Siempre que interaccionan dos personas existe una mínima relación, y siempre que hay relación existe comunicación. Desde aquí se asume totalmente el primer axioma de la comunicación humana según el cual es imposible no comunicar, por lo tanto, aunque las partes no se encuentren en el espacio y el tiempo, y aunque les sea imposible interactuar, todavía podrán comunicarse con sus hechos, como después veremos.
El concepto de relación, en el sentido amplio que aquí tiene, no solo implica a un mínimo de dos personas, también puede estar formada por mas personas, por una persona y una entidad (organismo, organización…), o por dos entidades. Muchas veces, las relaciones entre entidades se reducen a la relación personal entre los líderes de las dos entidades, otras veces no es así. En el caso de la relación entre una persona y una entidad, el otro adquiere un carácter simbólico que personifica las características que tendría si fuese una persona (“la administración es lenta, la organización x es prestigiosa, etc.) En general, las relaciones agrupan a multitud de agentes en un conjunto complejo de vínculos e interacciones.
R 1.2 Una relación es un proceso social complejo que constituye la esencia del edificio social, y el cemento de ese edificio es la memoria. Sin memoria no hay relación, porque la relación es un depósito de experiencias que se van acumulando de forma irreversible con el transcurso del tiempo. Ello implica la importante propiedad de las relaciones de que todo movimiento condiciona el siguiente de una forma inevitable. Dicho de otro modo, la relación es un proceso evolutivo sin vuelta atrás y es imposible retomar una relación desde cero, como si no hubiese pasado nada con anterioridad.
Con cada interacción la relación se confirma en determinados aspectos, cambia en otros, evoluciona en algunos, es un proceso que siempre está escribiéndose como si de una cinta de papel continuo se tratase. Las relaciones cambian e incluso, como veremos más adelante, se rompen, pero su huella nunca desaparece porque cuando terminan dejan todos sus registros para siempre. En este sentido, las propiedades de la permanencia de la relación coinciden con las de la memoria, y como la memoria es selectiva, dependiendo del estado del ánimo del momento de rememorar, para lo bueno o para lo malo, las relaciones pueden idealizarse con facilidad y falsearse como cualquier recuerdo. A este respecto, conversaciones malintencionadas guiadas desde lo negativo pueden cambiar el sentido de las relaciones de otros y viceversa. Este es uno de los muchos modos en que unas personas influyen en las relaciones de otras.
R 1.3 El proceso para iniciar una relación es relativamente fácil dependiendo de la disponibilidad de los interlocutores, pero el proceso para concluirla es más complejo, en especial cuando se trata de relaciones interpersonales, y no siempre es posible. Para iniciar una relación protocolaria suele bastar con una interacción mínima, a ser posible repetida. Muchas veces lo difícil es conseguir esa disponibilidad del otro, esa posibilidad de establecer el contacto inicial, pero una vez se consigue, a no ser que sea igual de fácil evitar la interacción con el otro, finalizar realmente una relación es bastante más complicado. También es más complicado transformar esa relación en otra con obligación de intercambio.
Los canales que se abren con las relaciones quedan abiertos para siempre con unos registros que permanecerán en los agentes en la doble forma de memoria y de huella emocional. Partiendo de esta base, si no podemos considerar nunca extinguida una relación, entonces resulta una estrategia muy inteligente crear relaciones positivas y agradables con huella emocional gratificante por si es necesario retomarlas en el futuro.
De momento es necesario trazar una distinción mínima entre los conceptos de romper una relación, lo cual es posible y supone que las partes acuerdan no encontrarse o no interactuar de forma consciente, y otra cosa es que se extinga una relación, algo sumamente difícil, porque para llegar a la extinción deberían borrarse de la memoria de las partes los registros de los intercambios acumulados, y eso es prácticamente imposible. Por lo tanto, ruptura no es lo mismo que extinción. Es más, una relación rota puede suponer un problema cuando se encuentren irremediablemente los interlocutores, o puede suponer un esfuerzo considerable aplicar estrategias para esquivarse o para interactuar de la mejor forma posible si se encuentran de manera forzada. Una relación rota es una relación viva pero interrumpida que puede dar serios problemas y suponer un esfuerzo psicológico extra nada gratificante.
Es importante hacer constar que, tal y como se concibe aquí el concepto de relación, basta con la voluntad de una de las partes para iniciarla, independientemente de lo que quiera la otra.
R 1.4 Todas las relaciones se pueden clasificar en cuanto a la naturaleza de su origen en libres o circunstanciales.
R1.4.1 Una relación libre es la que tiene en su origen el núcleo de la relación, el motivo del acercamiento de las partes, aquello que tiene el otro que nos interesa y por lo que establecemos con él una relación. Es importante tener claro cuál es el núcleo de la relación, el producto perseguido, porque las personas se suelen confundir en este punto. Conocer bien las propias necesidades no está al alcance de todos.
Una relación libre es la que establecemos cuando nos asociamos a un club, cuando nos ofertamos para una empresa, cuando buscamos intencionadamente la relación con determinada persona, cuando nos aproximamos a alguien para ofrecerle algo con el objeto de obtener un beneficio personal. Este tipo de relaciones proveen de un producto que se valora y que se percibe como necesario.
En el caso de las relaciones libres que las personas establecen con entidades, muchas veces el producto no queda claro. Así, por ejemplo, puede suceder que cuando alguien quiere ingresar en el ejército con la excusa del pretendido patriotismo lo que en realidad busca es un determinado estilo de vida, o busca el único trabajo seguro le es posible encontrar, o quiere formación remunerada, o cualquier otra circunstancia. La inmensa mayoría de las personas llegaron a su trabajo por azar y la única necesidad que cubren con él es el de ganar dinero para vivir, no obstante, muchas de esas personas se enredan con justificaciones y con autojustificaciones sobre lo importante y lo especial que es su trabajo para ellos por circunstancias totalmente secundarias.
Cuando se establecen relaciones con organizaciones y entidades de todo tipo, muchas veces existe un producto oficial que justifica el vínculo, pero de forma oculta existe otro mucho más importante que no es manifiesto y que es el verdadero motivo del vínculo. Pensemos en el caso típico de quien se hace miembro de la asociación x, en la que permanece porque ha conseguido un cargo de poder, lo cual mejora su autoconcepto, aunque realmente el ideario de la asociación le resulta solo relativamente importante.
R 1.4.2 Toda relación libre es buscada, pero también es encontrada. Las partes inician y reciben ofertas de mantenimiento y profundización de la relación. Si es beneficiosa para las dos partes, la relación prospera, si no es así, se pierden. De este modo, unas veces buscamos y otras nos encontramos y aceptamos las relaciones que nos interesan. Sea cual sea el papel de las dos partes, lo importante es que ambas aceptan el vínculo como productivo y lo potencian.
R 1.4.3 Las relaciones libres siempre son interesadas. En el momento de buscarlas o en el momento de aceptarlas siempre existe un interés que las justifica y las mantiene. Estas relaciones son por ello instrumentales para conseguir un producto, bien sea dinero, seguridad, cariño, protección, recursos, reconocimiento, etc. Si el cemento de la relación es la memoria, los ladrillos los forma el puro interés.
R 1.4.4 Siempre, excepto en muy raras ocasiones en las que la relación se queda entre dos personas o entidades sin trascender a otras, las relaciones libres llevan adjuntas varias relaciones circunstanciales. Las relaciones circunstanciales son aquellas que vienen añadidas de forma secundaria a las libres. Supone un buen ejercicio buscar la relación libre que da origen a nuestras relaciones circunstanciales y, de ahí, preguntarse cuál es la necesidad que estamos cubriendo con ella.
Cuando un trabajador inicia una relación libre con una entidad para desempeñar su trabajo en ella, al mismo tiempo, inicia una relación circunstancial con unos compañeros de trabajo y con unos clientes con los que la empresa trabaja y a los que deberá atender. Cuando una persona se casa elige a su compañera, pero no a todos los miembros de su familia que serán sus parientes. Esas relaciones nunca son buscadas, siempre son encontradas. Unas relaciones libres son más fecundas que otras en este sentido y proporcionan un número mayor o menor de circunstanciales. Lógicamente, siempre será el balance final el que decida si se mantiene la relación libre pese a la carga de circunstanciales que conlleva.
Si analizamos la cantidad de relaciones que mantenemos al día nos perderíamos en un mar de relaciones circunstanciales y destacaríamos unas pocas relaciones libres originarias de todas las anteriores. Esto es importante porque en estas relaciones circunstanciales no existe en su origen el interés por un producto y ello las marca de una forma determinante como después veremos. Ello no quiere decir que estas relaciones no sean interesantes o que de ellas no pueda obtenerse también un buen producto valorado por la persona. El hecho es que su origen está supeditado a otra relación libre y que, si aquella se extingue, entonces es muy probable que la relación secundaria se extinga con la libre pese a los productos que ofrece.
R 1.4.5 Una relación libre se mantiene por interés, como ya se ha indicado, quiere eso decir que para que no se extinga hace falta una voluntad continuada de que esto sea así. No obstante, existen cuatro circunstancias que hacen que esta voluntad no se mantenga siempre con la misma intensidad. Estas circunstancias deberíamos tenerlas siempre presentes de cara a trabajar por preservar o debilitar la relación.
- Puede suceder que se vuelvan ineficaces y no cumplan la función que se esperaba de ellas y que las originó.
- Puede suceder que no sean eficientes y se vuelvan costosas de mantener por los motivos que sea. El coste puede venir de las relaciones circunstanciales que las envuelven.
- Pueden cambiar las partes.
- Puede cambiar el contexto que les dio sentido.
R 1.4.6 En cualquier caso, va a ser el balance psicológico de las dos partes el que haga más o menos deseada la salida de la relación y el que haga más o menos complicada su conclusión. Veremos que el final de una relación libre es un proceso de cierta complejidad.
R 1.4.7 Una relación libre puede ser por una o por las dos partes más o menos necesaria. Por necesidad se entiende la función que cumple de cubrir un vacío para quien la mantiene.
Se supone que existe un producto que la relación puede proporcionar de dos formas totalmente distintas: de forma general o en exclusiva. Si el producto se proporciona en exclusiva, la necesidad de la relación es mayor, siempre dependiendo de su importancia en el espacio psicológico del necesitado, y proporciona una posición de poder en el ofertante. Es el caso de quien quiere contratar al mejor técnico del sector o al único que conocemos que sabe hablar determinado dialecto chino.
Si el producto se proporciona de forma general, entonces siempre podrá buscarse ese mismo producto en otra relación y el poder del ofertante será menor. Sucedería si lo que necesito es un electricista o un traductor de inglés. Lógicamente, esta valoración de la exclusividad del producto es subjetiva y el grado de importancia no es una cuestión de todo o nada, sino más bien un continuo de valoración.
R 1.4.8 También una relación libre puede ser por una o por las dos partes más o menos apetecible. Puede haber relaciones muy interesantes en cuanto al motivo que las originó, pero, al mismo tiempo, pueden resultar muy poco agradables. Es el caso de quien acude a recibir una terapia dolorosa, también es el caso de quien establece contactos con un proveedor que le desagrada, pero que solo trabaja con un producto que necesita. Se incluyen también aquí quienes se asocian para hacer frente a un problema común pero que no sienten el más mínimo aprecio fuera del ámbito del problema.
Puede suceder que una relación libre no apetezca, pero sea necesaria. En cambio no puede suceder lo contrario, porque cuando la relación no es necesaria pero apetece es porque existen unos apetitos que se satisfacen con los productos que proporciona la relación y, desde el momento en que se buscan, podemos deducir que son necesarios, en mayor o menor cuantía, pero necesarios.
Es el caso de la necesidad de conocer a alguien, de interesarse por determinados temas que, en principio, no interesan demasiado, de hacer compras “por capricho”, de ir a determinado sitio, de tener determinado aparato de última generación, de dejarse alabar, etc. En todos estos casos se está cubriendo una necesidad real pero poco asumida o no asumida en absoluto.
R 1.4.9 Dos relaciones libres pueden ser por una o por las dos partes más o menos rompibles. Las relaciones interpersonales son difíciles de extinguir totalmente, como se verá más adelante, porque siempre queda una relación residual mantenida por la huella emocional y los registros de la memoria que no pueden eliminarse sin más. Cuando los agentes se reencuentran activan esos registros y reactivan la relación donde se quedó. Lo de “ya no tenemos nada en común” es una burda ilusión. En relaciones entre entidades son los formalismos legales los que dificultarán la ruptura y separación. También la falta de decisión de los dirigentes y su falta de recursos personales para afrontar situaciones negativas hacen que la relación libre no satisfactoria se prolongue.
R 1.4.10 Dos relaciones libres pueden ser por una o por las dos partes más o menos iniciables. Imaginemos a un miembro de un club de fans que quiera relacionarse personalmente con su ídolo al que, probablemente, nunca verá en persona. Imaginemos a una empresa pequeña que no puede contratar con una mayor que la considera insignificante y ni valora sus propuestas. Imaginemos al prototipo del tímido que nunca será capaz de dar ningún paso en la relación que le interesa. Es también el caso habitual de las organizaciones en las que los protocolos no escritos prohíben a determinadas personas acceder a otras.
Por muy libre que sea la relación, pueden existir obstáculos que la hagan imposible. La libertad de la relación se refiere a la posibilidad de cualquiera para poder establecerla o rechazarla, sin más condicionantes que la pura iniciativa, pero eso no implica que este proceso resulte siempre fácil.
R 1.4.11 De todo lo anterior se deduce que las relaciones libres lo pueden ser en sentido unívoco, por una parte, (el cliente elige comercio, pero el comercio no selecciona clientes), o doble, por las dos partes, ya sea buscada o encontrada, como es el caso de dos empresas que colaboran o dos personas que deciden entablar amistad.
R 1.4.12 Una relación circunstancial es casi siempre secundaria a una libre, excepto en casos muy concretos en los que las circunstancias o el sistema obligan a la relación de forma forzosa como veremos. La relación entre un dentista y su paciente no es doblemente libre, porque el paciente elige libremente donde quiere tratarse, pero el dentista no elige quién entra en su consulta, por lo tanto, la relación con esa persona es circunstancial. La relación libre se estableció en su día al vincularse con la profesión de dentista y al decidir ejercer en ese lugar. Es, pues, una relación circunstancial secundaria a una libre, como la inmensa mayoría de las circunstanciales.
En el caso de una persona que es extorsionada por una organización mafiosa, o en el caso de un recluso, se establece una relación circunstancial en la que, unas veces las circunstancias y otras el sistema, obligan a mantener esa relación sin posibilidad de romperla.
R 1.4.13 La relación circunstancial puede ser por una o por las dos partes más o menos apetecible. En este caso la relación viene dada y cada cual la lleva de una forma más o menos satisfactoria. En el caso de la relación libre siempre cabía esperar un producto que la justificaba, pero en el caso de las circunstanciales, apenas cabe sobrellevarlas lo mejor posible.
Es el caso del profesor y sus alumnos: es probable que esta relación doblemente circunstancial no satisfaga ni apetezca a ninguna de las dos partes. En este caso, cada cual se vinculó con la entidad de enseñanza, unos por obtener un título y otro por obtener un trabajo remunerado acorde con sus intereses profesionales, pero ninguna parte eligió a la otra.
Siempre es positivo que la relación resulte satisfactoria para las partes, pero el hecho de que apetezca o no es algo que no influye en el inicio de la relación, pero sí puede influir en su final.
También es el caso prototípico de las relaciones de trabajo en las que nadie elige a sus compañeros de trabajo, pero donde todos están obligados por las circunstancias a convivir entre sí.
R 1.4.14 En la mayoría de las relaciones circunstanciales no cabe la posibilidad de negar el producto sin romper la relación. La administración no puede negar sus servicios a los ciudadanos, como no lo puede hacer el sometido a abusos, o el empleado que siempre tiene que estar disponible.
Muchas veces, para negar el producto hay que recurrir a legalismos que impiden acceder a peticiones, se recurre a reglamentos, a la objeción de conciencia legítima, se alega falta de competencias o, en el caso del comercio, se puede simplemente retirar de la estantería algo.
La cuestión de la posibilidad o imposibilidad de negar un producto es un tema de gran importancia de cara al manejo de las relaciones de poder como luego se verá. En todo caso, lo que siempre se podrá hacer, y de hecho siempre se hace, es dificultar el producto, como cuando el profesional accede a atender al público en un horario intempestivo, o cuando el trabajador obedece, pero complicando la terminación del trabajo. Ya veremos más adelante estrategias de este tipo.
R 1.4.15 Para romper una relación circunstancial debe romperse la relación libre que la originó, con los costes que ello conlleva. Si no soportas al vecino tendrás que despedirte de tu casa. Si no soportas al jefe tendrás que despedirte del trabajo. Normalmente el coste es tan elevado que dificulta la ruptura, pero siempre es posible cuando la relación depende de una libre. El caso es radicalmente diferente cuando la relación viene impuesta por el sistema o por las circunstancias. Por mucho que nos enfademos con hacienda todos los años deberemos relacionarnos con su sistema para hacer nuestra declaración y sin posibilidad de escapatoria. Del mismo modo, un secuestrado poco puede hacer ante la pérdida de su libertad.
R 1.4.16 No obstante, siempre, sobre una relación circunstancial puede edificarse una relación libre secundaria.
Sucede a menudo que las personas que se ven forzadas a establecer relaciones circunstanciales establecen vínculos que les llevan a crear auténticas relaciones libres, siempre movidas por el interés de obtener algún beneficio añadido a la relación, aunque este beneficio se reduzca a la creación de un entorno estable con buen ambiente en el que poder desenvolverse satisfactoriamente. Esta relación tendrá la doble consideración de libre y de circunstancial.
Es el caso de aquel que elige a su equipo de trabajo en la empresa. También son relaciones libres secundarias las que forman los aliados en cualquier ambiente social en el que se dan grupos más o menos discrepantes. Estas relaciones tienen todas las propiedades de las libres, pero con la limitación de las circunstanciales, no hay que olvidar que estas personas permanecen juntas porque una relación libre originaria en su día las juntó. En el momento en que la libre originaria desaparece, es muy difícil que permanezca la libre secundaria. Es muy frecuente que, en estos casos, los lazos creados, por muy fuertes que parezcan, se esfumen rápidamente como el humo.
R 1.4.17 La mayoría de las relaciones que mantenemos a lo largo del día son circunstanciales, en el trabajo, en la familia, en el ocio, en todas partes. Tenemos muy asumido que hay relaciones que no nos gustan pero que no tenemos más remedio que sobrellevar. En estos casos, la voluntad sana de hacer fácil lo difícil y de intentar mejorar lo que no puede separarse fácilmente es un valor añadido que se agradece en muchas personas, pero que desgraciadamente no es motivo de consideración para otras. El ceder, el interesarse por el otro, el apoyar, son regalos que cabe esperar, pero no exigir en las relaciones circunstanciales. Es una lástima que muchas personas no entiendan este punto.
R 1.5 En todo este tejido de relaciones no debemos olvidar la naturaleza humana de los agentes, por ello, retomando el concepto de espacio psicológico, la centralidad de cada uno en el espacio psicológico del otro le hará ser más o menos importante para él, pertenezca a una relación libre o circunstancial. Dependiendo de la centralidad que ocupe una persona en el espacio psicológico de otra, obligará a esta a dedicarle más recursos psicológicos y la condicionará en todos sus actos y planes, independientemente del origen y naturaleza de la relación.