La motivación intrínseca es un concepto muy valorado por cualquiera que trabaja con personas. Dependiendo del modo en que lo entendamos tendrá unas implicaciones y nos dará unas posibilidades u otras. El alcance de la motivación intrínseca es tan importante que merece la pena detenerse en esta cuestión.
Dado que construimos nuestro mundo por medio del lenguaje que empleamos, debemos tener especial cuidado con el manejo que hacemos de él.
Es un hecho que en el estudio de las relaciones humanas no tenemos un lenguaje propio y estamos obligados a trabajar con elementos prestados de otros ámbitos que nos sirven para poder entendernos y comunicar nuestras ideas, pero todo ello tiene un precio. Al no tener conceptos propios debemos importarlos con su sentido gráfico intacto y debemos emplearlos como meras metáforas que pueden llevar a implicaciones totalmente diferentes dependiendo de la analogía que se emplee.
Es muy importante tener claro que en nuestro ámbito trabajamos siempre con metáforas, nunca con realidades. Después, debemos ser conscientes de que no existen metáforas buenas ni malas, sino mejores o peores para representar nuestra realidad. Lo importante es que sabiendo que estamos trabajando con metáforas elijamos la más propicia y que tomemos las implicaciones que conlleva con cautela y de una forma totalmente provisional. Así mismo, es muy recomendable trabajar con más de una metáfora y contrastar sus implicaciones.
A continuación, vamos a relacionar una serie de metáforas útiles y cómodas para trabajar con el concepto de motivación intrínseca. Como se verá, cuando elaboramos los significados de la metáfora, las implicaciones pueden cambiar sensiblemente, no obstante, ello no es malo, al contrario: permite el enorme lujo intelectual de ofrecer diversos puntos de vista del mismo fenómeno abstracto.
Hay que repetirlo: no hay metáforas buenas o malas, solo las hay más o menos útiles para el caso en cuestión. Unas metáforas servirán mejor que otras para explicar diferentes tipos de necesidades personales. En cualquier caso, lo verdaderamente importante es no confundir metáforas con realidades.
Pasamos pues a relacionar las distintas metáforas con sus implicaciones:
Motivación intrínseca: la metáfora de la fuerza impulsora
“Cuando hablo de necesidades hablo de una fuerza que nace de mi interior y me impulsa a actuar.”
Podemos poner como ejemplo a aquel que quiere ser el número uno en todo lo que emprende.
Supone un impulso interno que empuja hacia algo, una actitud proactiva que me lleva hacia delante.
La fuerza está dentro de mí y diferenciada de mí. Es algo que nace de mi naturaleza íntima.
Es una entidad independiente, con características propias y opuesta a mi psicología que es víctima de la fuerza que ejerce en mí. Esto tiene todo tipo de implicaciones cuando esa misma fuerza nos lleva a cometer actos ilícitos.
Como toda fuerza, el impulso tiene una intensidad y una resistencia o duración determinadas. Está sometida a una energía que es la que es, después cede.
Implica voluntad clara, interés, propensión, apetencia.
Supone una dirección muy clara, aunque la meta puede ser algo difusa en su concreción. En la vida no nos movemos por objetivos, nos movemos por metas, que son más difusas y que casi nunca se pueden concretar al cien por cien.
Obvia mis necesidades de supervivencia como individuo. La fuerza es egoísta y ciega. Es algo irracional que nade de lo emocional.
El impulso se parece a veces a una obsesión que consume recursos importantes de pensamiento. Las emociones no están sujetas a los mismos controles que los pensamientos.
Supone reaccionar o actuar en función de algo que se percibe, se intuye o se imagina.
Supone un ideal más o menos definido de lo que será el éxito o de lo que es la sensación de estar teniendo éxito.
Funciona aquí el esquema clásico psicológico de estímulo y respuesta.
Motivación intrínseca: la metáfora de la fuerza atrayente
Es la explicación basada en el polo magnético, del faro de referencia que me atrae.
“Cuando hablo de necesidades hablo de una fuerza que me atrae de forma irresistible.”
Ejemplifica el caso de quien es atraído por el sexo o la comida. Aquí entra todo el argumentario de la falta de fuerza de voluntad, por ejemplo.
Supone una fuerza atrayente ajena a mí. Es algo superior que no depende de mi voluntad.
Es una respuesta reactiva a una especie de fuerza magnética. Las referencias a la física tienen aquí todo su campo desplegado al máximo.
En parte supone la no responsabilidad de la víctima que sufre un arrastre involuntario, seducción, tracción más o menos resistible. De nuevo, la falta de fuerza de voluntad como choque de fuerzas de lo bueno contra lo malo.
Supone un sistema de control que falla y se ve superado por la fuerza de arrastre.
Supone que algo en mí es sensible al objeto, se presupone la característica de esa sensibilidad en mi psique, ese algo que es atraído por la fuerza exterior. Mi debilidad. “La carne es débil”.
Se da entidad al objeto para atraerme y se le inviste de poder, el valor se pone más fuera que en mí interior. Es casi una personificación.
Supone la existencia de ideas que atraen, pero no tiene mucho sentido que yo tenga ideas, o sobrevalore ideas y percepciones mías, que me atraen a mí mismo. Yo no me puedo atraer a mí mismo.
Supone desplazarme para alcanzar una carencia que yo descubro y valoro.
Es algo muy centrado en el contexto y sus estímulos perturbadores.
El estado ideal sería la ausencia de estímulos perturbadores, lo cual supone una realidad totalmente ilusoria.
La metáfora del punto flaco
“Cuando hablo de necesidades hablo de una inclinación natural hacia algo que constituye mi punto flaco y que no puedo evitar de desear.”
Por ejemplo, entraría aquí quien necesita ser admirado y valorado siempre.
Supone que existe un estado de equilibrio, un estado ideal pleno ajeno a carencias de cualquier tipo.
Deja de lado las exigencias de contexto y lo centra todo en el individuo.
Si no hay anomalías, todo funciona bien. La voluntad y la necesidad es una anomalía.
Supone la existencia de un fallo, un punto débil por el que se va la energía que se podría dedicar a otra cosa.
Implica una parte de mí defectuosa, débil, sensible a un estímulo.
Supone un fallo cognitivo con tendencia a perseverar en algo hasta la obsesión.
Supone un modelo de carencias para explicar las inclinaciones y necesidades humanas.
El punto flaco es un rasgo, la inclinación es constante y la fuga de energía ininterrumpida.
Motivación intrínseca: la metáfora del sistema homeostático
“Cuando hablo de necesidades hablo de un impulso para conseguir la estabilidad de un sistema inestable que se altera por causa de un estímulo externo que lo perturba.”
Por ejemplo, es el caso de quien necesita mandar con necesidad de sensación de control absoluto.
Supone la existencia de una idea clara de lo que quiero y qué supone un correcto funcionamiento.
Supone que sé cuándo se está produciendo la desviación y que puedo medirla.
La fuerza de la necesidad supone una mayor desviación de la situación de equilibrio inicial.
No explica por qué pequeñas desviaciones generan gran ansiedad, ni el valor que se da a la desviación en sí.
El contexto no es importante, lo importante es el sistema en su conjunto.
Conseguir estabilidad es conseguir plenitud. No explica por qué hay quien busca siempre precisamente lo contrario.
Las cosas para ir bien deben estar como deben, no debe faltar nada, todo debe estar en orden. La actividad consiste en lograr estos objetivos.
La metáfora del combustible, del hambre de estímulos.
“Cuando hablo de necesidades hablo de una especie hambre de estímulos de todo aquello que me da el combustible y la fuerza para actuar.”
Es el caso del investigador curioso, o del curioso en sí, que no puede pensar otra cosa sabiendo que puede descubrir o enterarse de algo.
Supone un metabolismo más o menos rápido de estos estímulos, lo que significa un afán mayor en la búsqueda de más y más variados estímulos valorados.
Supone un sistema que responde a la percepción del objeto del que toma la fuerza y la energía para actuar.
Supone también pasividad ante la inexistencia de objetos impulsores que son la condición indispensable para vivir en actividad.
No explica por qué las necesidades no se sacian nunca siendo que los apetitos siempre acaban saciándose.
Conclusiones
Sea cual sea nuestra metáfora favorita tendrá unas implicaciones y nos llevará a unas consecuencias. No es lo mismo imaginarse la motivación intrínseca de un modo que de otro.
Por otro lado, independientemente de la forma preferida que tengamos para concebir el fenómeno de la motivación intrínseca, haríamos muy bien en observarla desde dos o más perspectivas diferentes. Esto mismo se puede aplicar a cualquier fenómeno abstracto, sea este social o no.
No se puede entender completamente el concepto de motivación intrínseca si primero no se comprende bien el alcance del concepto de necesidades personales.