La sensación de estrés es siempre el resultado de enfrentarnos a una situación que nos supera. Para superar la situación con éxito movilizamos recursos personales de todo tipo. Esta movilización conlleva un desgaste que al final tiene un coste. Ese coste viene en forma de una sensación subjetiva desagradable que no es otra cosa que el estrés.
Ese proceso que hemos resumido en unas pocas líneas es lo que los psicólogos llaman la carga alostática, que no es otra cosa que la suma del coste del desgaste producido por la movilización de todos los recursos necesarios para superar la situación.
El estrés no es solo “ponerse nervioso”. Es un proceso psicológico complejo que si no se comprende bien puede menoscabar muchos de nuestros recursos personales.
¿Qué recursos personales movilizamos para afrontar el estrés?
Ante una situación de estrés, en primer lugar movilizamos los recursos personales más cómodos, recurriendo siempre a nuestra memoria de situaciones similares. Por ello, cualquiera de nosotros afronta un problema con soluciones ensayadas. Esto no es una sorpresa. El cerebro funciona por esquemas y patrones, lo cual nos permite automatizar casi todo lo que hacemos. De ese modo queda libre una importante cantidad de recursos mentales para tomar nuevas decisiones.
De este modo recurrimos a nuestras habilidades personales, gestionadas por nuestra inteligencia y en base a soluciones intentadas en el pasado. Exprimimos nuestras capacidades cognitivas de atención y memoria, el control de las emociones, agudizamos nuestras habilidades sociales, seleccionamos lo que entendemos que es el mejor modo de comunicarnos, trabajamos las apariencias para dar la imagen que más nos conviene, etc.
Todo ello lo hacemos de un modo instantáneo, procurando controlar la tormenta fisiológica que supone el hecho de afrontar una situación desagradable, con sensaciones que cada cual vive de acuerdo a las debilidades de su fisiología.
Cuando todo ello no es suficiente, entonces doblamos el empeño en lo hecho y, además, ponemos en marcha recursos extra. Nuestros recursos personales y el estrés van de la mano en una escalada que obliga muchas veces a traspasar líneas rojas de confort.
De este modo debemos hablar con gente que no nos apetece, transgredir principios que creíamos sagrados, debemos afrontar interacciones desagradables, idear soluciones que nos obligan a replantearnos el sentido ético de determinados actos inevitables, etc.
Toda esta situación es una carga alostática que moviliza la fisiología hasta tensar el sistema de un modo que resulte efectivo, pese al desgaste que produce.
La carga alostática puede ser insoportable, pero no cobramos conciencia de ello mientras estamos afrontando la situación, porque no tenemos alternativa, o no sabemos verla. Solo cuando se acumulan sus efectos termina pasando factura.
¿Cómo afecta el estrés a los recursos personales?
Le afecta de un modo directo, en tanto que nuestros recursos personales, en definitiva, forman parte de lo que entendemos por nuestra personalidad. De este modo, cuando comprobamos que nuestros recursos personales no son suficientes para superar la situación, entendemos que es nuestra persona la que está fracasando.
Este aspecto también se añade a la factura de la carga alostática, con lo que la sensación de estrés aumenta y se hace insoportable. Ello pone en marcha un bucle fisiológico que degenera todavía más con la percepción subjetiva de que no se puede dominar la situación.
Al mismo tiempo, como veíamos en el post sobre las dimensiones de los recursos personales, un recurso solo lo es si se recurre a él. Lo son de hecho. Por lo tanto, si dejamos de recurrir a nuestro ingenio, nuestros contactos personales, nuestras habilidades sociales o nuestra capacidad para influir, por poner algunos ejemplos, entonces estamos perdiendo recursos.
Esto sucede en situaciones en las que el estrés nos supera y terminamos claudicando.
Por el contrario, podemos conseguir éxitos y avances que nos harán ganar en confianza y nos llevarán a explorar nuestros propios recursos para futuras situaciones similares. Al final, los recursos personales siempre están ahí, pero, como también vimos en sus propiedades, siempre es mejor la calidad que la cantidad. Pobres recursos bien manejados (memoria, inteligencia, habilidades, contactos, estrategias consolidadas, conocimientos, tretas, imaginación…) son más productivos que, por el contrario, buenos recursos olvidados o infrautilizados. Esto lo vemos todos los días.
Personas muy inteligentes y muy bien formadas fracasan por no saber reconocer la importancia de sus recursos personales. En estas personas, el estrés es un factor decisivo para hacerles perder confianza. Cargas alostáticas desproporcionadas seguidas de fracasos en la gestión de la adversidad, son la vía directa al hundimiento como profesional y como persona. Esto se puede evitar con ayuda externa que permita redescubrir y potenciar los recursos personales que siempre se poseen.
Conclusión a cerca de los recursos personales y el estrés
Somos lo que hacemos y hacemos lo que sabemos y podemos. En todo ello valoramos subjetivamente lo que hacemos y tomamos nota para aprender de todas las situaciones desagradables que vivimos.
Si aprendemos a triunfar, entonces hacemos crecer nuestros recursos personales y los pulimos y ampliamos. De ese modo, nuestro capital personal crece y se desarrolla.
Si aprendemos a fracasar, entonces desconfiamos de nuestros recursos personales y los olvidamos. De ese modo nos frustramos y nuestro autoconcepto se resiente.
¿Opinas lo mismo?