Estrategia

La falacia del pensamiento secuencial

Pensamiento secuencial

Un error muy arraigado en nuestra cultura y apenas cuestionado es el que supone imaginar cualquier proceso en el que intervenga el pensamiento como una secuencia. Pensamos que cuando necesitamos enfrentarnos a una situación cualquiera, como por ejemplo un problema, seguimos una serie de pasos secuenciales que podríamos concretar más o menos como sigue: primero recopilamos información, luego analizamos los datos y diagnosticamos la situación, formulamos objetivos, ideamos la forma de conseguirlos y ponemos acciones en marcha para, al final, evaluar lo que hemos conseguido. Más o menos el mito suele ser así, dependiendo de quien lo cuente. No obstante, la realidad es muy diferente.

Imaginemos que yo decido que necesito vivir en un castillo medieval. Imaginemos que justifico mi decisión en unas necesidades (justificación), que planteo claramente la forma en que viviré en un castillo (objetivo), que planteo un proceso de búsqueda de un castillo en venta (actividad a desarrollar), que me planteo conseguirlo antes de una fecha determinada (calendario de actividades), ahora, imaginemos que llego al momento de los recursos y “descubro” que con mi sueldo sólo puedo aspirar a una vivienda de segunda mano en un barrio marginal. Imaginemos que me doy cuenta de ello cuando toca revisar el punto de los recursos y sólo en ese momento. Una tontería, ¿a que sí? Una tontería como todas las que se nos presentan en la vida en forma de programa secuencial. Cuando alguien elige vivir en un castillo ya conoce sus recursos, sabe por qué quiere vivir precisamente allí (porque lo ha visto en venta) y anticipa la actividad cuando da los primeros pasos hablando con el propietario pidiéndole una reserva verbal, antes de haberlo considerado bien y de haberse planteado de verdad el porqué de tan disparatado plan (la justificación que lo debería haber iniciado todo).

El ejemplo del castillo es un disparate, pero quiere hacer ver que cuando alguien se plantea una acción concreta, desde un primer momento considera todos los factores de un modo interrelacionado. Un ejemplo de la vida real lo mostrará de forma mucho más clara. Un director de una residencia empezó a comprender cuál era su ideal de relaciones laborales después del octavo despido de subordinados. Necesitó pararse a pensar, después de haber arruinado a la empresa pagando indemnizaciones a ocho personas, para comprender cuál era la relación que él necesitaba. Al principio siempre surgió en él el objetivo ciego de eliminar al otro, este objetivo le llevó a tomar decisiones drásticas de despido. Todo ello estuvo influido en todo momento por su necesidad de eliminar oposición a toda costa, es decir, una necesidad subyacente que lo marcaba todo. Los recursos siempre fueron aplicados sin consideraciones excesivas y, al final, se confesó perplejo porque había caído en la cuenta de que lo que él necesitaba era una especie de redil de corderos a su mando para sentirse bien y seguro. Una maraña de factores interrelacionados que se inician con una necesidad (la de eliminar obstáculos) y que se retroalimentan unos a otros para dar lugar a acciones que distan mucho de lo que se entiende por un plan organizado. Muchas veces las personas comprendemos qué necesitamos cuando nos paramos a ver qué hemos hecho. No existe una secuencia: existen momentos completos únicos e irrepetibles.

Los procesos de planificación o toma de decisiones son un todo de consideraciones de necesidades, de recursos, de apetencias, de tentativas de acciones, de valoraciones continuas, es un proceso muy complejo que no se puede resumir en una cadena artificial de pasos. La idea de secuencia es una perversión de la categoría temporal. Hablar de secuencias es confundir el tiempo con la idea de un pentagrama en el que se escriben las notas de lo que va sucediendo por orden de aparición, a un ritmo más o menos rápido, pero siempre por orden, y esto es una ilusión, una falsedad. No deberíamos utilizar el concepto de secuencia ni siquiera para lograr claridad expositiva, porque estaríamos contando algo que no existe y que sería una mentira intelectual. La metáfora del ecosistema es mucho más válida para describir lo que en realidad sucede que la metáfora de la cadena de eslabones claramente ordenados.

La falacia del pensamiento secuencial es uno de los 6 errores y mitos del razonamiento informal del que pocas veces somos conscientes.

Crédito de la foto: L’art au présent Flickr a través de Compfight cc

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Como psicólogo, después de toda una vida dedicada a la gerencia y organización de grupos pienso que el ser humano no puede entenderse si no es en relación con los demás. Me alegro de poder compartir contigo mis aprendizajes a cerca del complicado mundo relacional.
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