Con el término tácticas y estrategias en el terreno interpersonal definimos todo aquello que hacemos con el fin de preservar nuestros intereses frente a las maniobras del otro. ¿Quién no se ha visto en la necesidad de maniobrar para defender sus objetivos o metas?
La forma de mover ficha en el tablero de lo interpersonal es siempre fácil y natural, otra cosa es hacerlo bien. Cualquier persona es un estratega en tanto que hace elecciones y defiende su postura frente a los demás. Además, nuestros actos nos definen y nos abren o cierran puertas de forma continua, por lo tanto, haríamos bien en pararnos a pensar sobre estas cosas.
Tácticas y estrategias interpersonales más comunes
El juego de maniobras y movimientos que podemos hacer en el terreno de lo interpersonal viene muy marcado por el contexto, no obstante, hay una serie de acciones estratégicas que se repiten hasta la saciedad y de las que muchas veces no somos conscientes.
El hecho de considerar estos movimientos como tácticas y estrategias, así como de distinguir entre ellas, nos invita a reflexionar sobre estos términos. Para la postura que aquí se defiende una táctica es un movimiento más simple que se integra siempre dentro de una estrategia que le da sentido. Tanto las tácticas como las estrategias interpersonales son habituales y nada hay de malo en ellas en principio, otra cosa son los fines que se pretendan con su uso.
Pasamos a definir brevemente las más comunes, aunque puedes profundizar en estos temas consultando el apartado de movimientos y estrategias.
El desafío
Empleamos el desafío cuando mostramos nuestra voluntad unilateral de que las cosas sean como queremos nosotros. Es una declaración siempre abierta y evidente que, al mismo tiempo, puede materializarse en un desafío prescriptivo o un desafío transgresor. El desafío prescriptivo supone, por ejemplo, lanzar una advertencia del tipo «si no haces x, entonces te pasará y». En cambio el desafío transgresor supone plantarse ente las normas del otro con el mensaje de «ignoro tus instrucciones, ¿y qué?»
Ambas posiciones se pueden defender desde la legitimidad o la ilegitimidad, esto lo marcará el contexto y las necesidades más o menos desesperadas del otro. En cualquier caso, un desafío es una condición que obliga al que lo emite, a veces de un modo agotador, porque siempre estamos obligados a cumplir nuestras amenazas con el fin de no perder poder, eso supone invertir energía y recursos.
Los desafíos pueden ser abiertos, en los que no se especifica las consecuencias de no obedecer, o cerrados, en los que queda claro que le pasará al desobediente.
Para que un desafío tenga éxito deben darse condiciones muy claras que muchas veces pasamos por alto y, por otro lado, el otro tiene siempre tiene muchas más opciones de respuesta de las que se imagina. Puedes profundizar en este importante tema del desafío en este mismo sitio.
La creación de alianzas
Las alianzas son relaciones pactadas frente a un tercero o una circunstancia, normalmente adversa.
Las alianzas favorecen la sinergia, pero al mismo tiempo pueden tener efectos adversos en tanto que nos definen frente a los demás. Calcular muy bien con quién nos aliamos es esencial en una relación de futuro a largo plazo. El hecho de habernos aliado con alguien nos puede cerrar puertas importantes. Las alianzas, por lo tanto, acarrean cargas y transforman cualitativamente a los integrantes, de modo que aquí también se da el caso de que el todo es más que la suma de las partes.
En la naturaleza de las alianzas no rige el principio de cuanto más mejor, y la suma de recursos de las partes no suele proporcionar un beneficio en progresión lineal.
Es importante tener en cuenta su estabilidad de futuro con nuevas posibles incorporaciones de más miembros. Todo ello hace de la alianza un arma de doble filo, que puede ayudar a incrementar recursos, pero también puede complicar el margen de maniobra del futuro. Puedes ampliar todas estas particularidades y muchas otras cualidades sobre la alianza en este mismo sitio.
La defensa de la libertad personal
Entendemos aquí por libertad la sensación de que cuanto hacemos o pensamos depende de nosotros y no de imposiciones de otros. En realidad todos somos mucho más reactivos a la pérdida de libertad que proactivos, es decir, que reaccionamos de forma mucho más efectiva cuando sentimos amenazada nuestra libertad que cuando se trata de prevenir situaciones que pueden comprometerla.
En nuestras relaciones normales cedemos cotas de libertad a cambio de mantener relaciones, para ello nos vinculamos con las ideas de otro. También las aceptamos de un modo aparentemente correcto. En cualquier caso, es el valor de la relación el que va a determinar hasta qué punto cedemos parte de nuestra libertad. Este asunto es muy importante y determina nuestras tácticas y estrategias interpersonales, solo que de un modo tácito. No somos conscientes de hasta qué punto luchamos cada minuto para preservar nuestra libertad. Este tema es muy extenso. Puedes consultar todas las implicaciones de la libertad y vinculación e este mismo sitio.
La reversión, o marcha atrás
Muchas veces obramos por inercia y seguimos hacia delante por inercia. En ocasiones, esta actitud ni es la mejor, ni es la sostenible, por muy implicados que estemos por principios. Dar un giro de 180 grados a tiempo no está al alcance de todos. Con la reversión volvemos atrás, siempre y cuando no hayamos creado muchos destrozos quemando del todo nuestras naves.
La situación susceptible de reversión es la que nos lleva a un aparente callejón sin salida, en la que es evidente que la dirección es errónea y es posible volver atrás, y la vuelta atrás tiene un coste personal que hay que valorar. En política, en economía y en ciencias sociales, así como en todas las áreas en las que está implicado el bienestar de las personas, este asunto es realmente serio. Hay formas correctas de revertir una situación, así como hay formas diversas de hacerle frente. Puedes ampliar recursos sobre la reversión en el artículo que detalla sus mecanismos en este mismo sitio.
La amenaza
Entendemos la amenaza como una valoración subjetiva de una situación adversa, es pues el un efecto subjetivo muy particular. Las amenazas objetivas existen en todas las áreas de la vida, aunque de su valoración subjetiva depende siempre su efecto.
El concepto de amenaza no es sinónimo de coacción. La amenaza es una situación percibida subjetivamente como negativa, mientras que la coacción es una táctica coercitiva deliberadamente clara. Coaccionando amenazamos, pero también puede suponer una amenaza nuestra simple presencia sin que tengamos que hacer movimiento alguno.
La amenaza se puede manejar y perfeccionar controlando las siguientes variables: su novedad, predictibilidad, incertidumbre, inminencia, su duración y su gravedad. Manejando bien esos parámetros podemos crear un paraíso o un infierno.
Las respuestas a una amenaza están siempre claras y se pueden reflejar en un mapa mental. Es conveniente hacerlo, además. Por otro lado, la otra parte puede claudicar, movilizar recursos, o ignorar. Puede hacerse también el mapa mental antes de entrar en batallas estériles contra la amenaza. Si no tienes otra opción que emplear la amenaza, o tienes la mala fortuna de enfrentarte a una, conoce bien este tema antes de actuar.
El conflicto
Tarde o temprano, los conflictos siempre están presentes en todas las relaciones. Puede que su intensidad sea leve, pero siempre aparecen en tanto que nuestros intereses divergentes se solapan y todos defendemos nuestro espacio.
Los conflictos pueden ser abiertos o encubiertos, duraderos o breves. En cualquier caso se concentran en el choque en las áreas de las relaciones, las intenciones, los principios y los hechos. Es habitual que nos enredemos en resolver conflictos de un área enfocando soluciones de otra, con lo que el fracaso está asegurado.
Para analizar los conflictos debemos tener en cuenta varios aspectos básicos, entre los más importantes: los valores y las necesidades de las partes, los recursos personales e instrumentales de quienes se enfrentan, las influencias externas, el mapa de relaciones… son muchos factores a tener en cuenta.
En cualquier caso, en este asunto en que las partes suelen idealizar fines y descuidar su relación, es importante entrar con cuidado si queremos intervenir, con una metodología sobre el conflicto y con un plan claro. Te invito a consultar el método que empleamos en este mismo sitio.
Tácticas y estrategias de posicionamiento
Nos posicionamos cuando aireamos nuestra postura públicamente sobre un tema o sobre alguien. Puede ser más o menos abierto o más o menos premeditado, pero en cualquier caso, supone tomar partido y decantarnos públicamente por alguien o algo, con todas sus consecuencias.
Puede ser activo o pasivo, explicito o implícito, pero siempre nos abre o cierra puertas, porque nos define y nos alía, o bien nos aísla de personas grupos. Cuando nos definimos nos clasifican. Por ello, cuando alguien se define aparentemente sin un fin, es porque está empleando una estrategia a modo de acto comunicativo pragmático.
El análisis del posicionamiento supone un trabajo de inferencia de tácticas y estrategias muy interesante y que se puede hacer siguiendo un método claro. Conoce más sobre la maniobra del posicionamiento y su alcance en este mismo sitio.
El acto de aconsejar
Hay auténticos consejeros vocacionales. Personas de referencia a las que les gusta ayudar, manejar o, simplemente manipular. No importa el fin. El efecto siempre es el mismo: un acto de consejo bien manejado cambia estratégicamente al otro con todas sus consecuencias, buenas o malas.
Las personas buscan consejo con unos fines reales (no los aparentes manifestados) que podemos encuadrar en un listado detallado en otro lugar de este mismo sitio.
El consejo solo tiene utilidad si es solicitado por el aconsejado o, al menos, aceptado como tal. Hay que tener en cuenta también que el acto de pedir consejo puede ser pragmático en sí, al tiempo que puede obedecer a necesidades estratégicas.
La forma de encaminarlo será el uso del diálogo, preferentemente socrático, en base a preguntas que dirijan a conclusiones, y siempre teniendo en cuenta que el criterio de éxito está en su utilidad. Es decir, que solo consideraremos que nuestro consejo es exitoso si provoca los cambios que esperaba el aconsejado. El sentirse escuchado, arropado, o el desahogarse, está bien, pero eso no es el objetivo de la maniobra del consejo.
Tácticas y estrategias de incentivo
En el dualismo entre incentivo y sanción, hay partidarios de las dos tácticas, personas que usan y abusan del premio y el castigo. No obstante, el incentivo puede ser tan contraproducente y provocar tanto daño como la sanción.
Incentivar supone fomentar una conducta que sin nuestra intervención no se produciría, o se produciría a un nivel más bajo de lo deseado. Los incentivos deben ir en la línea de los intereses del otro, pero nunca debe ser el motor principal de la actividad, porque las culturas basadas en el incentivo favorecen la picaresca. Los incentivos no deben ser recurrentes en el tiempo y, además, debemos tener presente que mayores incentivos no logran mayores cambios a largo plazo.
La aplicación exitosa del incentivo es complicada, pero sin abusar de él puede emplearse para mejorar los resultados de casi cualquier desempeño. Conoce más a cerca del incentivo en otro artículo de este mismo sitio.
Conclusiones sobre las tácticas y estrategias interpersonales
Las tácticas y estrategias se pueden emplear de múltiples formas cotidianas. De hecho las empleamos todos día a día, unas más y otras menos, pero siempre empleamos las maniobras que hemos mencionado. Si es así, ¿por qué no especializarse para emplearlas con más eficacia?